Proverbios 1:8

Proverbios 1:8 Hijo mío, escucha las correcciones de tu padre

y no abandones las enseñanzas de tu madre.


Cuán importante es la enseñanza de los padres en el hogar, me doy cuenta ahora, cuando más difícil me parece una tarea, más me doy cuenta la falta que me hace que me enseñaran disciplina para algunas cosas desde mi hogar. Criar hijos en la sociedad actual es una tarea ardua y dolorosa, pues cada vez más los padres por sus ocupaciones se hayan fuera del hogar o atareados con afanes, que les impiden ejercer una enseñanza de valores y disciplina sobre sus hijos. La sociedad y juventud de ahora es la sociedad más indisciplinada y complicada que hayamos podido ver, les es difícil seguir reglas y normas aunque estas sean para su bienestar, les es imposible parece respetar a los mayores, les imposible sentirse bien y a gusto consigo mismos, pues buscan en las tribus urbanas una identidad que no les fue dada desde el hogar. Este es un llamado a los padres, y a los que algún día lo serán, es tiempo de corregir y disciplinar a los hijos, de enseñar los valores de Cristo a una sociedad egoísta, vanidosa, y engreída; es tiempo de cambiar si no hemos hecho las cosas adecuadamente, nuestros padres nos dieron una disciplina sin amor, y esto causo más daño, pero si ejerces disciplina con amor, esa enseñanza cambiara una sociedad sedienta de hombres y mujeres con valores que no se corrompen por una posición o por dinero, que luchan contra la injusticia, que valoran a sus padres y no los abandonan; luchemos por formar una juventud que respete las normas para una mejor convivencia, que abandone las ideas suicidas, que aprenda a amar al prójimo, la biblia nos llama a atender a las correcciones y disciplinas de nuestros padres, para que siendo formados desde el hogar podamos transformar una sociedad que llama a gritos la decencia, el amor, el perdón y la misericordia.

Es absolutamente necesario que se comprenda el error de aque­llos padres que se proponen darle al hijo la felicidad, como quien da un regalo.
Lo más que se puede hacer, es encaminarlo hacia ella, para que él la conquiste. Difícil, casi imposible, será después.
Cuanto menos trabajo se tomen los padres en los primeros años, más, muchísimo más, tendrán en lo futuro. Habitúalo, madre, a poner cada cosa en su sitio y a realizar cada acción a su tiempo. El orden es la primera ley del cielo.
Que no esté ocioso; que lea, que dibuje, que te ayude en alguna tarea, que se acostumbre a ser atento y servicial. Deja algo en el suelo para que él te lo recoja; incítalo a limpiar, arreglar, cuidar o componer alguna cosa, que te alcance ciertos objetos que necesi­tas. Bríndale, en fin, las oportunidades para que emplee sus ener­gías, su actividad, su voluntad y lo hará con placer. ¡Críalo como hijo pobre y lo enriquecerás! ¡Críalo como hijo rico y lo empobre­cerás para toda la vida!

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